Es difícil


 Cada día, veo imágenes del genocidio que Israel está cometiendo en Gaza. Son imágenes que duelen, se te clavan, te atraviesan, te parten el corazón y te sacuden la capacidad de comprender. "¿Cómo es posible? ¿Cómo es posible?" No puedo dejar de mirarlas y no puedo dejar de pereguntarme eso mientras las miro. Mi conciencia me obliga a entrar cada día en esa especie de ritual del dolor, porque hay muchos periodistas gazatís que cada día tienen la entereza de fotografiar o filmar a sus vecinos, a sus amigos, a sus familiares muertos o muriendo de hambre, para que el mundo vea y sepa lo que allí está pasando. Hacen un esfuerzo enorme para documentar la barbarie y para buscar la manera de que su trabajo salga de su tierra debastada. Venciendo a su dolor y arriesgando su vida. Anas al-Sharif (28 años), Ayat Khadoura (27 años), Hamza Dahdouh (27 años), Fatima Hassouna (25 años), Hossam Shabat (23 años)... Así hasta más de 200, han sido asesinados por los ataques selectivos de Israel. Y me pregunto ¿cómo puedo esconderme de mi dolor cuando millones de gazatís conviven cada día con él, sin escapatoria posible? ¿Qué es mi pequeño dolor comparado con el suyo? ¿En eso también les voy a abandonar? Así que, las miro. Después de ver esas imágenes es difícil, muy difícil, seguir con tus cosas con normalidad, ponerse delante del ordenar y buscar algo que publicar, pensar en algo para comentar. Pero hay que hacerlo. Hay que seguir porque si no lo hacemos, si dejamos que el abatimiento nos derrote, los malnacidos habrán vencido.

Esta foto está tomada en la tapia del cementerio de Torrero, donde los fascistas fusilaron a 3543 personas, entre julo de 1936 y agosto de 1946.  En algunos de sus ladrillos, aún son visibles las heridas de los disparos. Otro dolor que aún no hemos curado.

No te olvides de Gaza. Ni de Cisjordania tampoco 

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