Horizonte 2. Mirar
Pocas cosas despiertan tanta unanimidad como el horizonte. Llegamos a un pueblo de mar, subimos a la parte más alta, llegamos a una explanada —pongamos que junto a un castillo—, nos acercamos a una balaustrada o a un murete y nos ponemos a contemplar el horizonte. ¿Para qué sino hemos subido hasta allá arriba? Aunque siempre puede haber alguien a quien le resulte más interesante mirar hacia otro lado.
El mar y el horizonte a la vista de una sola mirada. Qué más se puede pedir.
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