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Mostrando entradas de mayo, 2025

Morir de éxito

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  En mi ciudad, hay una conocida zona de tapeo frecuentada por locales y foráneos. Cualquier guía turística que se precie, no dejará de recomendar al viajero que la visite. Es habitual ver a un número creciente de personas buscando, smartphone en mano, este o aquel garito, recomendado por tal o cual plataforma. Lo cierto es que hay días y momentos, en los que solo es posible desplazarse si uno se deja arrastrar por la marea humana. Alzas tu vista, ves las calles repletas de gente y te preguntas ¿será esto la despersonalización de la ciudad? ¿Será que, a mayor cantidad de gente, menos personalidad conserva un lugar? ¿Será lo mismo un turista que un viajero? ¿Será que al final terminaremos muriendo de éxito? —No te olvides de Gaza—

Les passants

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 ¿Qué sería de la fotografía de calle sin los transeúntes, sin la gente que va de un sitio para otro, sin esa mezcolanza de direcciones, de caminos, de destinos? Es así de sencillo. Sales, miras e intentas que lo que encierras entre los márgenes de una imagen aparezca minimamente ordenado. —No te olvides de Gaza—

Bombones

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 A ver, ¿un bombo grande qué es? Un bombón, ¿no? ¿Y cuatro bombos grandes? Pues cuatro bombones. Aunque a mí me gustan más los de comer. ¡Si fueran así de grandes!

Horizonte 4. Esperar

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No sé si está bien o mal, pero no suelo hablar de las sensaciones que mis fotos me producen. Tal vez para no condicionar la mirada de nadie. En esta ocasión voy a hacer una excepción. Esta foto me produce mucha tranquilidad. El equilibrio de la composición, la paleta de colores… pero sobre todo el hombre de la imagen. Que alguien espere a que empiece a caer la noche, coja sus cañas, lance su cebo al mar y se siente a esperar a que algo pique, me parece un contagioso ejercicio de serenidad. Cuando hago fotos no busco ningún resultado en particular, simplemente disfruto del hecho de fotografiar. ¿A él le pasará igual? ¿Acudirá a la playa con sus cañas sin esperar ningún resultado en particular? ¿Le bastará con estar ahí, sentado frente al mar, contemplando el horizonte mientras espera? Bueno, creo que esa no es una mala forma de disfrutar.

Horizonte 3. Saltar

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 «Saltar al horizonte» tiene una fuerza poética increíble. Sí, es una expresión muy evocadora. Pero de ahí, a subirte a un murete para contemplar el vacío que se abre ante tus pies… ¡Qué necesidad! Desde luego, yo prefiero, simplemente, inmortalizar tal osadía en una foto.

Horizonte 2. Mirar

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 Pocas cosas despiertan tanta unanimidad como el horizonte. Llegamos a un pueblo de mar, subimos a la parte más alta, llegamos a una explanada —pongamos que junto a un castillo—, nos acercamos a una balaustrada o a un murete y nos ponemos a contemplar el horizonte. ¿Para qué sino hemos subido hasta allá arriba? Aunque siempre puede haber alguien a quien le resulte más interesante mirar hacia otro lado.

Horizonte 1. Jugar

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 El horizonte es una imagen a la que fácilmente se le puede encontrar un sentido alegórico. Se puede ver en él ese lugar en el que nos espera nuestro futuro, el camino por recorrer, los sueños por alcanzar, ese algo que siempre queda por descubrir, la esperanza... Tantas y tantas cosas.   Entonces te encuentras con un grupo de niños y niñas que juegan en una pirámide de redes delante del horizonte. Mientras trepan, parece como si estuvieran ascendiendo para saltar por encima de esa línea en la que se unen el cielo y el mar: el horizonte. Mi pensamiento simbólico ve una bonita metáfora en estos niños que juegan delante de su futuro. Mi pensamiento realista se pregunta por qué en tantos sitios, no existe el derecho a ese futuro.

Pequeños dioses

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   Si la fotografía es descripción, entonces una foto en blanco y negro no describe todo lo que hay frente a la cámara porque se le ha sustraído el color. Pero si lo que se busca en una imagen es cierta dosis de abstracción, entonces eliminar el color es la primera decisión que nos distanciará de la "realidad tal como es." Sí, una cámara tiene la capacidad de registrar "la realidad tal como es", pero a veces nos gusta jugar a ser alguna especie de pequeños dioses y crear, a través del contraste, la luz, las texturas y las formas, una realidad, la fotográfica, que no es exactamente igual que la tenemos delante de los ojos. Si te preguntas por qué, la respuesta es muy sencilla: ser un pseudodios es mucho más divertido que ser notario.